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La asamblea nacional constituyente



La asamblea nacional constituyente

En la mañana del 9 de julio de 1789, están reunidos dos grandes amigos burgueses, Alex y Albert, juntos están leyendo el periódico pues querían saber cómo iban las cosas en la revolución. Los dos amigos ya estaban cansados de protestar todos los días, ya llevaban varios meses esperando más respuestas y yendo hacia la plaza central ven a toda la gente arrumada así que se acercan a ver qué pasa.

- ¡Oh! Mira Alex, el rey está a punto de dar una charla al pueblo- dijo Albert asombrado.


- Sí, tienes razón Albert, escuchemos.

Hay mucha gente gritando y Luis XVI se comienza a enojar.

- Silencio - grita enojado el rey -, he decidido que crearemos una nueva asamblea donde hablaremos y podremos llegar a un acuerdo, ¿les parece?

- ¿Y cómo sabemos que no nos está mintiendo? - dijo Mirabeau con voz dominante.

- Mejor comencemos con la asamblea y lo comprobará.

El pueblo está muy feliz pues finalmente ya podrán declarar sus derechos. Tras unos minutos se da como iniciada la asamblea. Luis XVI da unas palabras, pero la gente no lo quería oír, así que comienzan todos a gritar: “¡igualdad en derechos!”. Estas palabras se escucharon repetidamente, así que se escribe el artículo 1 de los derechos del hombre y del ciudadano que declara la libertad e igualdad en derechos. Al llegar al artículo número 5 Luis XVI se levanta de su silla y dice:

- Eso no puede ser así. Yo puedo prohibir lo que quiera, ustedes no me lo van a impedir.

- ¡Claro que no, señor! Tiene que entender que no se puede prohibir nada a menos de que viole alguna ley - dijo Marat enojado.

- No me parece - dijo el rey.

El pueblo nuevamente alterado comienza a protestar amenazando nuevamente al rey, y luego de casi unos 13 minutos, el rey decide que la ley sí se aplicará y quedó redactada de la siguiente manera:

Artículo 5 - La Ley sólo tiene derecho a prohibir los actos perjudiciales para la Sociedad. Nada que no esté prohibido por la Ley puede ser impedido, y nadie puede ser obligado a hacer algo que ésta no ordene.

Mirabeau decide abandonar la asamblea por un momento y va a su casa, pues él al ser escritor necesitaba un poco de aire fresco para redactar el siguiente artículo. Él comienza a pensar en lo religioso, y de un momento a otro viene a su mente el artículo número 10. Sale corriendo hacia la asamblea, y al tener tanta emoción, empuja la puerta tan duro que casi la tumba y Luis XVI le dice:

- Esta no es su casa, respete.

El pueblo comienza a reírse en voz baja pues el momento fue un poco incómodo al ver que Mirabeau llega muy mal vestido de su carrerón e intenta pedirle disculpas al rey.

- Rey, perdón pero ya tengo el artículo 10 y quiero que todos lo escuchen.

- Bueno, lo escuchamos, pero por favor vístase bien. 

Mirabeau se ve en un espejo y dice con una voz temblorosa de vergüenza:

- ¡Oh! Qué pena con todos ustedes. 

Para el pueblo realmente no es tan importante su apariencia, así que le hacen señas para que comience a hablar. Pero por otro lado, el rey está haciendo caras raras al ver a Mirabeau así.

- Bueno se los voy a decir: “Artículo 10: Nadie debe ser incomodado por sus opiniones, inclusive religiosas, siempre y cuando su manifestación no perturbe el orden público establecido por la Ley”.

El pueblo se para y aplaude.

- ¡Qué buen artículo! - grita Alex.

- Sí, gracias Mirabeau - dice Albert.

- Realmente es una ley importante, así que por eso creo que debemos incluirla - dijo Mirabeau.

Al estar todos de acuerdo, el rey también, la incluyen en la declaración de los derechos del hombre. Ya casi llegan a dos horas de charla y el pueblo ya se siente agotado, así que Marat propone que cada uno piense un artículo y en orden lo vallan diciendo. Todos estuvieron de acuerdo menos el rey (como raro) pero no importó. Así procedieron las cosas y completadas las 2 horas, la asamblea se da por terminada y los burgueses salen realmente muy contentos. Alex y Albert vuelven a su casa y dialogan sobre lo felices que están, mientras que el resto del pueblo se va a agradecer a Mirabeau y Marat pues sin ellos no hubiesen logrado la asamblea, especialmente a Marat que fue el encargado de presionar al rey.

- Esto es para todos, mi pueblo. Mientras cuenten con migo lograremos muchas cosas más - dijo Marat muy alegre.

- Señor Marat y pueblo, creo que es buena idea que ya todos vayamos a nuestras casas a almorzar y descansar. Hasta luego - dijo Mirabeau.

El pueblo hace caso y todos se dirigen a sus casas.

Fin.

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